viernes, 11 de febrero de 2011

el caballito

EL CABALLO



Características generales
Los caballos forman parte de la familia de los équidos, y se encuentran dentro del orden de los perisodáctilos. Según la clasificación científica, el equino doméstico se denomina equus caballus, el de przewalski es llamado equus przewalskii y por último el tarpán denominado equus caballus gmelini.

Es un mamífero perteneciente al orden de los ungulados imparadigitados. Y forma parte del grupo de los herbívoros por alimentarse principalmente de hierbas.

Se caracteriza por su fuerza, nobleza, energía y valor. Es destacable también la clara comprensión de la voluntad de su amo y el placer de someterse a esta, tales son sus principales condiciones. Es considerado un animal de extremada ligereza y esto forma parte de las características remarcables dado su volumen.

Su mayor desarrollo es adquirido a la edad de cuatro años y la esperanza de vida del caballo varía entre los veinticinco y los treinta años, pudiendo extenderse pero no demasiado.

Existe otra clasificación, según la dimensión del equino. Esta abarca a los caballos pesados, los ligeros y los miniatura. Los que se denominan pesados, se encuentran arriba de los seiscientos cincuenta kilogramos y generalmente presentan líneas fuertes y algo toscas. Los caballos de tiro se encuentran dentro de este primer grupo por ser grandes y fuertes. Generalmente son utilizados para jalar carretas y para realizar labores en el campo. En el segundo grupo ubicamos a los caballos ligeros cuyo peso es menor a los seiscientos cincuenta kilogramos, poseen líneas ligeras y bien proporcionadas. Son utilizados para la monta, es decir para salto, carreras y paseos. Por último los caballos conocidos comúnmente como póneis corresponden al grupo de los equinos miniatura, que poseen líneas cortas. Entre los más pequeños se encuentran las razas Shetland y Falabella.

También se pueden clasificar en: caballos de sangre fría, de sangra caliente y de sangre tibia. Los primeros son de temperamento muy tranquilo, por lo general aquellas razas como el Percherón y el Clydesdale, entre otras, se ubican dentro de ente grupo. Los caballos de sangre caliente son de temperamento alerta y nervioso; dos de las razas características correspondientes a este tipo de equinos son la Árabe y la Pura Sangre Inglés. Los comúnmente conocidos como warmblood son razas obtenidas de la cruza de caballos sangre fría con sangre caliente. Estos equinos, denominados de sangre tibia, obtienen del primer grupo su tranquilidad y docilidad y del segundo su agilidad y ligereza. Las razas más conocidas son las de origen alemán como el Hanoveriano, el Westfaliano y el Trakener; pero existen otros países, como Holanda y Méjico, que también poseen razas con dichas características.



Pelajes y marcas:
Existe gran variedad de pelajes cuya denominación del país y del idioma que en él se hable; muchos de los nombres que se les da a los pelajes son descriptivos y otra gran mayoría comparativos

El pelaje se fue desarrollando durante millones de años con el objetivo de proporcionar al animal el mejor camuflaje dentro de su medio ambiente, ya que cuanto más se parecía a su entorno, más a salvo estaría de sus depredadores. Hoy en día la variedad es resultado de la crianza controlada y no guarda relación alguna con el camuflaje. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en el siglo pasado cuando la Yeguada Real Alemana criaba caballos color crema o cremello para ser utilizados en los carruajes. Otra situación de la misma índole, pero más actual, es la cría de caballos tales como Palominos, Píos o Pintos, entre otros, principalmente realizada por ser capas raras.

El color no tiene absolutamente nada que ver con el temperamento ni con la calidad del caballo, ya que es transmitido, como las demás características, a través de los genes. Existen colores, como el negro y el castaño, que son dominantes porque siempre parecen en la capa. Otros son recesivos ya que no aparecen por ser transmitidos como un gen escondido.

Los seis colores básicos de los cuáles derivan los demás, son los que deben ser sabidos para poder distinguir los grandes grupos de pelajes. Éstos son el prieto, el tordillo, el alazán, el bayo, el colorado y el grullo. El primero le es adjudicado a todo caballo cuyo color de pelo es negro. Cuando hablamos de tordillos, no referimos a las capas blancas. Curiosamente los caballos que poseen esta capa, por lo general nacen de color oscuro. El alazán es aquel equino que posee un pelo color café, pudiendo variar desde anaranjado hasta café oscuro. El pelaje que vulgarmente es denominado amarillo, se llama bayo. El colorado se atribuye a los caballos con capa color café, pero con cola, tupé y miembros negros. Por último, un color poco común, es la capa color gris, este pelaje es el grullo.

Un pelaje que cabe ser destacado es el albino. El equino que posee esta capa no tiene pigmentación, su piel es rosa, su pelo blanco y sus ojos rojizos. Esto último provoca una visión disminuida para el animal.

Dentro de los pelajes pueden encontrarse diversas marcas. Algunas de ellas son similares a marcas de cebras, rayas horizontales en los miembros que resultan ser más oscuras que el resto de la capa. Dichas rayas a veces aparecen en el cuello, en la cruz o en los flancos. La denominada raya de mulo consiste en una línea dorsal más oscura que el pelaje y es notable solo en ciertas razas.



Sus sentidos:
El caballo utiliza todos sus sentidos para llevar a cabo la comprensión de la información que le es proporcionada, ya sea por la naturaleza o por el hombre.

Los sentidos de audición y de olfato son asombrosos. Los olores pueden ser percibidos a través de las membranas sensitivas de los labios o de las narinas. Por otro lado, la visión posee escasa bifocalidad, lo que contribuye a que el animal se asuste con movimientos violentos y sombras.

Poseen cierta sensibilidad a la atmósfera que los rodea. Son capaces de valorar el estado de ánimo de su jinete, convirtiéndose en el espejo de la persona que los monta. También perciben aquellos sentimientos provenientes de su amo, tales como timidez, vacilación o miedo, así como la confianza y el valor que se deposite en él.


Anatomía:
El cuerpo de los equinos es un mecanismo complejo. Su estructura corporal está compuesta por: esqueleto, músculos, aparatos, sistemas y tegumentos. Por su morfología se los considera atletas naturales, y esa es la condición que les ha permitido sobrevivir, en su momento, como animal salvaje.

El esqueleto del caballo está compuesto por aproximadamente doscientos diez huesos individuales, excluyendo los de la cola. Se distinguen el esqueleto axial y el apendicular. El primero comprende los huesos de la cabeza, la columna vertebral, las costillas y el esternón, y el segundo los huesos de las extremidades anteriores y posteriores. Además se clasifican en largos, cortos, planos e irregulares.

Las funciones que posee el esqueleto son variadas, entre las propias de los huesos están: la formación de células sanguíneas y depósito de minerales; en conjunto proporcionan sostén a los músculos, protección a los órganos internos, apoyo a las partes blandas y la movilidad necesaria a sus piezas para que el caballo se desplace a varias velocidades, se acueste o paste. Los huesos que forman las articulaciones están recubiertos por cartílago, que es más blando que el hueso y puede compensar los efectos de desgaste en la superficie. La articulación, o empalme, es completada por una cápsula que produce el líquido articular, denominado sinovial, que lubrica las superficies articulares y refuerza los ligamentos. Estos últimos son bandas fibrosas que unen los huesos de ambos lados de la articulación.

Los huesos de la cabeza son largos. Los de la cara tienen el doble de longitud que los del cráneo, y la mandíbula inferior constituye un hueso largo de superficie ancha y aplomada en la parte inferior de la zona posterior.

La columna vertebral está compuesta por siete vértebras cervicales, dieciocho dorsales, seis lumbares, cinco sacras y quince caudales.

La característica anatómica más notable del caballo moderno es la pezuña con un único dedo en cada una de sus extremidades, ya que sus formaciones óseas que corresponden a los dedos laterales desaparecieron por la falta de uso, y hoy en día se pueden apreciar a los lados del hueso central. Por esta razón se lo considera del orden de los rinocerontes y los tapires.

El dedo que posee el caballo corresponde al tercer dedo de la especie humana, y se ha alargado mucho con el paso del tiempo ya que sobre él recae todo el peso. Dicho dedo está rodeado por una sustancia similar a la uña del dedo del ser humano, este revestimiento córneo rodea sólo la parte frontal y lateral del pie. La función del casco o vaso, es la de reportar el peso del cuerpo. Posee una estructura extremadamente compleja, muy sensible a la presión y con un excelente aporte sanguíneo y nervioso. Consta de una capa externa protegida por la sustancia córnea, que crece hacia abajo, a razón de 0,5 cm al mes aproximadamente, desde la banda coronaria. Esta última es un rodete carnoso ubicado en la parte superior del casco, equivalente a la cutícula de la uña humana. Dentro del casco están contenidos el hueso navicular y el bolillo, parte del segundo phalanx y el flexor digital del tendón. Contiene también la almohadilla digital, cartílagos laterales, articulación corono-pedal, vasos sanguíneos y nerviosos. Como otras especies de mamíferos, los caballos, poseen cuatro clases de tejidos básicos.

Cada uno de ellos tiene sus propias características especiales que contribuyen a la función de todo el cuerpo. El tejido conjuntivo cumple funciones como las de las estructuras óseas, que sostienen y dan forma al cuerpo y a sus estructuras blandas. Formas simples de este tejido son los tendones, ligamentos y vainas de material fibroso que protegen diversos órganos y músculos. Por último el tejido epitelial comprende la envoltura y tapizado del exterior del cuerpo y de los conductos internos y órganos huecos como el intestino y las vías biliares, la vejiga urinaria y el útero.



Reproducción y cría:
El caballo manifiesta su instinto sexual al cumplir el primer año de vida y alcanza la pubertad a la edad de dos años, pero no es recomendable someter a apareamiento a los machos, ni a las hembras antes de los tres años. La vida sexual de los equinos es prolongada y puede superar incluso los quince años en las yeguas, y en los machos dura toda la vida. El caballo está en condiciones de reproducirse todo el año, aunque su actividad sexual es mayor en los meses de febrero a julio, con un momento máximo entre abril y junio. Este período se lo conoce con el nombre de estación de monta y en él, el estímulo sexual está más acentuado y el estado de celo de las hembras es más evidente. Durante esta época los sementales pueden realizar un máximo de dos cópulas al día. El celo de las hembras tiene una duración de tres a ocho días y en el caso de falta de fecundación lo repite al cabo de veintidós días. En las hembras, el celo se manifiesta con la tumefacción de los genitales, con el enrojecimiento de la mucosa vaginal y la emisión de un líquido viscoso; la yegua muestra a menudo la posición de orinar, levanta la cola, se muestra inquieta y con tendencia a dar coces. En el macho el estado de celo se ve acompañado por inquietud, excitación, relinchos intensos y a menudo muestra el órgano sexual en erección.

La elección de los reproductores se basa en la denominada selección artificial, que debe tener en cuenta tanto los caracteres morfológicos como las características funcionales.

En las hembras grávidas aparecen muy pronto los primeros síntomas de la nueva condición fisiológica: se muestra más tranquila, con más apetito, sus mamas se engrosan y el abdomen al cabo del quinto mes aumenta claramente su volumen, adoptando un aspecto más esférico. El embarazo tiene una duración media de once meses y diez días, durante este período es necesario evitar someter a las yeguas a trabajos demasiado pesados, aunque tampoco es conveniente dejarla inactiva. Es aconsejable la realización de un ejercicio moderado. No obstante, al llegar el último mes de gestación debe practicarse tan sólo un paseo diario.

Al acercarse el momento del parto, se pueden apreciar una serie de signos que lo anuncian. La yegua vuelve a mostrarse inquieta, la mirada se hace ansiosa y sufrida, las mamas se ponen turgentes, el animal se levanta y se acuesta con frecuencia. Llegados a este punto, comienza el trabajo de parto, los labios de la vulva se abren, y se asoma la bolsa de aguas, cuya rotura permite la lubricación del canal de parto gracias al líquido viscoso que contiene. Se inicia a partir de ese momento el período de parto, en el que tiene lugar la dilatación del cuello del útero, iniciándose las contracciones que se presentan cada vez más enérgicas y frecuentes. Esta fase es de corta duración y en condiciones normales el potro nace en poco tiempo, quince minutos como máximo. Si el acto es normal, el feto nace a merced de los esfuerzos hechos por la madre, presentándose primero las manos y después la cabeza y partes restantes. En el caso de aparecer en otra posición, el parto se considera anormal y el veterinario es el encargado de solucionar el problema.

Las yeguas, no son ajenas al aborto, ya que este se produce por causas variadas que dependen, en algunos casos, de agentes exteriores como los cambios bruscos de temperatura, mala alimentación y caídas, entre otras. En otros casos depende de vicios congénitos o de conformación.

Al cabo de pocos días, la yegua vuelve a estar en celo y puede, por lo tanto, volver a ser fecundada; y luego de un mes, esta nuevamente en condiciones de reemprender un trabajo moderado.

Pocos cuidados requiere el potro después de nacido, pues la madre lo amamanta durante unos seis o siete meses y se encarga de vigilarlo, respondiendo a su instinto maternal. Durante este período la hembra debe alimentarse en abundancia y sustancialmente.

Luego de la época de lactancia se produce el destete. En forma natural, se realiza bajo la atenta mirada de la madre, mientras que en cautiverio el proceso se lleva a cabo gradualmente y en forma no brusca.

La castración del potro puede efectuarse después del nacimiento hasta una edad algo avanzada, pero generalmente se practica a la edad de uno o dos años.

La cría de los equinos se hace en agrupaciones que reciben el nombre de yeguadas o piaras, que se clasifican en salvajes, cercadas y domésticas, según sea en completa libertad, en sitios cerrados o dehesas, o en cuadras respectivamente. Los machos y las hembras destinados a la reproducción, se denominan caballos padres, y yeguas de vientre o madres.



Domesticación:
Argentina y Nueva Zelanda son los dos únicos países del mundo en donde el caballo puede vivir, en casi todo el territorio, sin necesidad de comprar alimentos especiales, debido a las extensas áreas verdes que existen en ellos.

El caballo es un animal que, en vida salvaje, se encuentra adaptado al medio que lo rodea, y en él sobrevive adecuadamente; pero desde el momento en que es domesticado, ya no depende totalmente de sus capacidades naturales. Cuando el hombre decide tener al caballo bajo su cuidado, pone al animal casi por completo en sus manos. El equino está dispuesto a entregarse al cien por cien si el hombre le brinda a cambio todo su cariño y le proporciona un correcto entrenamiento.

Históricamente el caballo fue domesticado en el Lejano Oriente por las civilizaciones primitivas de hace cinco mil años, es decir, aproximadamente tres mil años antes de Cristo. Algunos expertos creen que este fenómeno tuvo lugar en la Rusia Asiática y otros que fue en Mesopotamia, Asiria y Babilonia. No obstante, dibujos en rocas correspondientes a la Edad de Piedra, muestran algo que pudo ser una cabezada, por lo tanto, es posible que otros pueblos primitivos ya tuvieran cierto dominio sobre el caballo.

En un principio, las tribus primitivas habrían perseguido manadas de caballos salvajes, cazándolos para comer. La domesticación, probablemente se inició cuando se capturaron animales jóvenes, y fueron encerrados. Estos se usaban para carne y leche, y poco a poco se acostumbrarían al contacto humano.

Los nómades pronto se darían cuenta que el caballo se podía utilizar para llevar carga, y así sucedió. El primer uso que se le dio al caballo doméstico fue como animal de carga y de enganche. Es probable que incluso en esta primera etapa de domesticación, el caballo se haya clasificado en dos topos, el de enganche y el de monta, y que, a raíz de esto, la gente comercializaba los distintos tipos con el fin de obtener el animal correspondiente, según la tarea que debía realizar con el mismo.

Los caballos comenzaron a ser montados muy pronto, aunque en algunas civilizaciones antiguas, como la griega y la egipcia se los utilizaba para jalar carros. Los persas, en cambio, fueron excelentes jinetes y alrededor del quinientos antes de Cristo, poseían una poderosa caballería preparada para cargar armamento pesado. Con el paso del tiempo los griegos fueron buenos jinetes, pero los romanos, a pesar de su caballería montada, no se distinguieron de modo especial.

De este modo el caballo se convirtió en un compañero indispensable para el hombre, ya que fue el factor principal de las civilizaciones conquistadoras. En Europa y en América contribuyó también a la expansión de los pueblos y apenas hace un siglo y medio, era en tierra el único medio de locomoción y de transporte rápido.



Alimentación:
El caballo necesita ser alimentado adecuadamente, pero la cantidad y la calidad de dicho alimento tiene efectos distintos en cada una de las categorías equinas. Esto se debe a que los requerimientos nutricionales varían de acuerdo a su especie, raza y grado de actividad. Es por eso que cada animal tiene un peso ideal determinado según su situación

Si el caballo es alimentado correctamente, los problemas de salud serios como la anemia, la obesidad y la epifisitis, son prácticamente erradicados. Lo mismo sucede con las enfermedades infecciosas, las cuales tienen mayor injerencia en aquellos animales desnutridos o mal alimentados.

Los elementos fundamentales dentro de una buena dieta son: proteínas, hidratos de carbono, grasas, minerales, oligoelementos y agua. Las proteínas son adquiridas a través del pasto verde, del seco y de la soja; los carbohidratos son proporcionados al animal cuando se lo alimenta con avena; los aceites y vegetales constituyen el aporte de grasas; los minerales se encuentran en la alfalfa, el suelo de las pasturas y en las sales; y por último los oligoelementos como el magnesio, el potasio, el hierro, el cobre y el cinc, están contenidos en los suplementos alimenticios y en las denominadas piedras de sal. El agua fresca y limpia es indispensable durante todas las etapas de la crianza del equino.

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